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LECTURAS PARA EL PRIMER DÍA DE CLASE

Page history last edited by Victor 12 years, 3 months ago

Lectura EL PRIMER DIA DE CLASES 

El primer día de clase que Agustina se enfrentó a sus alumnos de quinto grado, les dijo que ella trataba a todos los alumnos por igual y que ninguno era su favorito.   
En la primera fila sentado estaba Pedrito, un niño antisociable, con una actitud intolerable, el cual siempre andaba sucio y todo despeinado. El año anterior, Agustina había tenido a Pedrito en una de sus clases. 

Agustina veía a Pedrito como un niño muy antipático. 
A ella le daba mucho gusto poder marcar con lápiz rojo todo el trabajo que Pedrito entregaba con una "F". 
En la escuela donde Agustina enseñaba, se revisaba el archivo de historia de cada alumno y el de Pedrito fue el ultimo que ella revisó.   
Cuando ella empezó a leer el archivo de Pedrito, se encontró con varias sorpresas: 
- La maestra de Pedrito de primer grado había escrito: "Pedrito es un niño muy brillante y muy amigable, siempre tiene una sonrisa en sus labios. El hace su trabajo a tiempo y tiene muy buenos modales. Es un placer tenerlo en mi clase". 
- La maestra de segundo grado: "Pedrito es un alumno ejemplar, muy popular con sus compañeros, pero últimamente muestra tristeza porque su madre padece de una enfermedad incurable".  
- La maestra de tercer grado: "La muerte de su madre ha sido muy difícil para él. Él trata de hacer lo mejor que puede pero sin interés.  
Tampoco el padre demuestra ningún interés en la educación de Pedro. Si no se toman pasos serios, esto va afectar la vida de Pedro"-  
- La maestra del cuarto grado: "Pedro no demuestra interés en la clase. Cada día Pedro se cohíbe más. No tiene casi amistades y muchas veces duerme en clase".   
Después de leer, Agustina sintió vergüenza por haber juzgado al niño sin saber las razones de su actitud. Se sintió peor cuando todos sus alumnos le entregaron regalos de Navidad envueltos en fino papel con excepción del regalo de Pedrito que estaba sin envolver en una caja de tienda.  
Agustina abrió todos lo regalos y cuando abrió el de Pedrito, todos los alumnos se reían al ver lo que se encontraba dentro.  
En la caja había una botella con un cuarto de perfume y un brazalete el cual le faltaban algunas de las piedras preciosas.  
Para suprimir las risas de sus alumnos, ella se puso inmediatamente aquel brazalete y se echó un poco del perfume en cada muñeca. Ese día Pedrito se quedó después de la clase y le dijo a la maestra "Maestra Agustina, hoy usted huele como mi mama".   
Después de haberse ido todos, Agustina se quedo llorando.  
Desde ese día ella cambió su materia. En vez de enseñar lectura, escritura y aritmética, escogió enseñar a los niños.  
Agustina empezó a ponerle mas atención a Pedrito. 
Ella notaba que mientras mas ánimos le daba, mas entusiasmado reaccionaba él. 
Al final del año, el niño se convirtió en el mas inteligente de la clase y a pesar de que Agustina había dicho el primer día de clase que todos los alumnos iban hacer tratados por igual, Pedrito era su preferido. 
Pasaron 6 años, Agustina recibió una nota de Pedrito,  la cual decía que se había graduado de la preparatoria y que había terminado en tercer lugar.  
También le decía que ella era la mejor maestra que el había tenido. 
Luego de 4 años volvió a recibir noticias, ésta vez, el le escribía que se le había hecho muy difícil pero que muy pronto se graduaría de la universidad con honores y le aseguro a Agustina que todavía ella seguía siendo la mejor maestra que tuvo en su vida.  
Otros 4 años más cuando Agustina vuelve a saber de Pedrito. 
Esta vez le explicaba que había terminado su maestría y que había decidido seguir su educación, también le recordaba que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida.   
Esta vez la carta estaba firmada con "Dr. Pedro Altamira"  
En la primavera, Agustina volvió a recibir una carta de Pedrito donde le explicaba que había conocido a una muchacha con la cual se iba a casar y quería saber si Agustina podía asistir a la boda y tomar el lugar reservado usualmente para los padres del novio.  
También le explicaba que su papá había fallecido varios años atrás.  
Agustina aceptó con mucha alegría, y el día de la boda, se puso aquel brazalete sin brillantes que le había regalado y también el perfume que su madre usaba.   
Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Dr. Altamira le dijo en el oído muy bajito: "Maestra Agustina, gracias por haber creído en mi. 

Gracias por haberme hecho sentir que era importante y que yo podía hacer la diferencia". 
Agustina, con lagrimas en los ojos respondió: 

-"Pedro, tú estas equivocado. Tú fuiste el que me enseñó que yo podía hacer la diferencia. 
¡Yo no sabia enseñar hasta que te conocí a ti!      



 

 

 

 

Lectura El primer día de clases de Katy

 

Katy soñaba con ir al colegio había cumplido ya  5 años había ido a la guardería pero quería empezar a estudiar ya que anhelada estar escuchando clases de niños mayores, le gustaba simulaba ir a clases, pasearse con su maleta y sus zapatos de color plomo los hacía sonar cada vez que imaginaba caminando la avenida que    dirigía al colegio:

- ¡Mira me voy al colegio! mamíta chau chau, simulando que se iba ya.

El día esperado era tesoro para ella, pues preparó todas sus cosas y le echo betún sus zapatos; aunque estaban brillantes le parecía poco, ella quería que estuvieran como un espejo. Muy tempranito levantó a su mamita:

- ¡Levántate mamita que ya es la hora!, ya quiero ir al colegio.

- Bien,  calentaré tu leche y preparo el pan, arregla tu mochila.

- No mamita ya lo tengo listo, arreglate que me voy rapidito que se me hace tarde.

- ¡Que niña tan deseosa de ir al colegio, nunca he visto a una niña así, tan estudiosa!.

Katy, sentada en la mesa imaginaba ver a su profesora tan bella y linda, que le enseñaba canciones.

- ¡Viva mamá me voy al colegio,  gritó Katy.

- ¿Qué le pasa a esta niña?

Al llegar a la puerta de su colegio, Katy vio a muchos niños llorando, y preguntó:

- ¿Por qué lloran esos niños?

- Porque los niños no quieren quedarse en el colegio.

- Son uno llorones.

Hasta ese entonces no entendía ¿por qué?. Al llegar a la puerta su mamá la soltó a Katy y le dijo:

- Katy ya es la hora, mamá pasará más tarde por aquí a recogerte.

- No te vayas mamá. No te vayas. Quédate.

- Katy yo no voy a clases solo tú.

- ¿Por qué mamita?, ¡si eres mi mamá!.

- Todos los niños se quedan y sus mamás regresas a la 1:00 p.m a recogerlos.

Katy se puso triste. Comprendió que también lloraban por eso los niños, porque se quedan solos sin su mamá, y solo la profesora está con ellos, en esos momentos se sintió sola.

- Mamita no me dejes; quiero quedarme pero no sola.

- Ahí ésta tu profesora, ¡mira Katy!.

Hasta que la profesora salió a la puerta.

- Si señora que se quede su niña, la cuidaré bien.

- Buummm Bummm.

- Mamita no te vayas, no quiero, no quiero quedarme sola, quiero estar contigo escuchando clases.

Mamá hizo un gesto a la profesora y se marchó.

Katy lloró, y se fue calmando, su profesora le dijo que sería como una segunda madre. Empezó a cantar y se sintió feliz. Todos los niños se fueron callando poco a poco y cantaron juntos una dulce canción.

 

 

 

 

LECTURA MI PRIMER DIA DE CLASE

En estos días en que los escolares se reintegran a sus clases, el recuerdo de mis primeras incursiones estudiantiles llegó a mi memoria.

En mis tiempos no existían el pre-kinder ni el kinder o el jardín infantil, se ingresaba directamente al primer año de preparatoria.
Así fue que con cinco años de edad, ingresé al primer año de preparatoria del Liceo de Niñas N° 5, ubicado en la calle Portugal con Marcoleta, aún está el edificio, ahora es propiedad de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile.
El primer día de clases me fue a dejar mi madre, iba muy orgullosa con mi uniforme de chaqueta y falda azul con blusa blanca y con una gran curiosidad de cómo sería aquello. Eso sí estaba un tanto nerviosa porque era muy tímida y al estar entre tantas niñas desconocidas, no sabía cómo iba a resultar ese encuentro. En la sala de clases éramos muchas niñas, la lista constaba de cincuenta y dos alumnas.

La insignia del liceo era muy   sencilla, yo la lucía con mucho orgullo en mi chaqueta.

Luego de un tiempo, me hice muy amiga de algunas de mis compañeras de curso, me invitaban a sus fiestas de cumpleaños y empecé a ser más sociable y menos tímida.
Recuerdo con especial cariño a mi primera profesora, Lucía Valenzuela, que me inició en la senda del conocimiento.
  

 Cuando entré al liceo ya tenía algo adelantado en lo que era lectura y escritura porque mis padres me enseñaban con el "Silabario Hispano Americano" una letra distinta cada dos días y este mismo libro se usaba en el liceo; fui muy feliz cuando llegué al final del silabario, porque en sus últimas páginas habían unos cuentos con especiales ilustraciones, los que más me atraían eran "El lobo pastor", "El gigante", "El pan", "La codicia", "La desobediencia" y la poesía  "El tren", además de la correspondencia entre dos niñas y dos niños.

También recuerdo con mucho cariño a mi abuelito Luis, que al irme a buscar a la salida de clases, siempre me preguntaba cómo me había ido, si me había sacado buena nota en el dictado diario, generalmente era un siete, el que era premiado con una leche con plátano, un helado o una bebida que eran degustados cómodamente, en el Mercado Presidente Ríos, también hoy propiedad de la Facultad de Arquitectura, éste era el camino obligado hacia la avenida Vicuña Mackenna, donde abordábamos una micro o el carro 33 de vuelta a casa.
En este Liceo cursé hasta tercer año de preparatoria ya que después mis padres abandonaron la casa de mis abuelitos, para vivir en su propia casa, en otra comuna, al sur de Santiago, donde ingresé a otro colegio.

 

 

 

 

 

Lectura MI PRIMER DÍA DE CLASES

 

Sonó el despertador “ring – ring - ring”, ya era hora de levantarme.
Mamá abrió la puerta de mi cuarto y con un dulce beso me despertó y dijo: “Alberto, ya es hora de que te levantes, hoy es tu primer día de clases”. Entre sueños la escuché y medio dormido me levanté.

Me sentía algo nervioso, entraba a segundo grado y tendría nuevos amigos y amigas, pero me preocupaba cómo íbamos a ser amigos si nunca los había visto. Todo eso pensaba mientras me lavaba los 
dientes, después de haber tomado desayuno.

Papá y mamá me llevaron a la escuela y me dejaron en la puerta de mi salón. Muy tímido observé el salón y a los niños que, al igual que yo, llegaban con sus padres.
La maestra se acercó a mí, me saludó cariñosamente, me preguntó mi nombre y me designó una 
carpeta.
Había llegado el momento de 
hacer nuevos amigos, pero el problema fue que no sabía cómo hacerlo.

De pronto la maestra iniciaba la clase, pero un ruido que venía desde el pasadizo la detuvo, y se fue a averiguar qué era lo que pasaba.

Era un niño que estaba en la puerta del salón y, por la expresión de su rostro, parecía que no se animaba a 
entrar. Observé cómo mi maestra le hablaba cálidamente, pero el niño mostraba cara de timidez.

Así que decidí acercarme, y con una gran sonrisa le dije: “Hola, mi nombre es Alberto. ¿Qué te parece si te sientas a mi lado?” Sin dudarlo, me respondió: “Claro, mi nombre es José”
Juntos entramos al salón y nos sentamos en la misma carpeta.
Me sentía feliz porque tenía un nuevo amigo. Desde ese momento, comprendí que la mejor manera de iniciar una amistad es brindando 
confianzay, claro, también una gran sonrisa. Ahora tengo muchos amigos, pero José y yo siempre seremos los mejores amigos.

Magaly Gonzales F. (Perú)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL PRIMER DIA DE CLASES

 

El primer día de clase que Agustina se enfrentó a sus alumnos de quinto grado, les dijo que ella trataba a todos los alumnos por igual y que ninguno era su favorito.

En la primera fila sentado estaba Pedrito, un niño antisociable, con una actitud intolerable, el cual siempre andaba sucio y todo despeinado. El año anterior, Agustina había tenido a Pedrito en una de sus clases.

Agustina veía a Pedrito como un niño muy antipático.
A ella le daba mucho gusto poder marcar con lápiz rojo todo el trabajo que Pedrito entregaba con una "F".

En la escuela donde Agustina enseñaba, se revisaba el archivo de historia de cada alumno y el de Pedrito fue el ultimo que ella revisó.

Cuando ella empezó a leer el archivo de Pedrito, se encontró con varias sorpresas:
- La maestra de Pedrito de primer grado había escrito: "Pedrito es un niño muy brillante y muy amigable, siempre tiene una sonrisa en sus labios. El hace su trabajo a tiempo y tiene muy buenos modales. Es un placer tenerlo en mi clase".

- La maestra de segundo grado: "Pedrito es un alumno ejemplar, muy popular con sus compañeros, pero últimamente muestra tristeza porque su madre padece de una enfermedad incurable".

- La maestra de tercer grado: "La muerte de su madre ha sido muy difícil para él. Él trata de hacer lo mejor que puede pero sin interés. Tampoco el padre demuestra ningún interés en la educación de Pedro. Si no se toman pasos serios, esto va afectar la vida de Pedro"-

- La maestra del cuarto grado: "Pedro no demuestra interés en la clase. Cada día Pedro se cohíbe más. No tiene casi amistades y muchas veces duerme en clase".

Después de leer, Agustina sintió vergüenza por haber juzgado al niño sin saber las razones de su actitud. Se sintió peor cuando todos sus alumnos le entregaron regalos de Navidad envueltos en fino papel con excepción del regalo de Pedrito que estaba sin envolver en una caja de tienda. 

Agustina abrió todos lo regalos y cuando abrió el de Pedrito, todos los alumnos se reían al ver lo que se encontraba dentro. En la caja había una botella con un cuarto de perfume y un brazalete el cual le faltaban algunas de las piedras preciosas.

Para suprimir las risas de sus alumnos, ella se puso inmediatamente aquel brazalete y se echó un poco del perfume en cada muñeca. Ese día Pedrito se quedó después de la clase y le dijo a la maestra "Maestra Agustina, hoy usted huele como mi mama".
Después de haberse ido todos, Agustina se quedo llorando.

Desde ese día ella cambió su materia. En vez de enseñar lectura, escritura y aritmética, escogió enseñar a los niños.

Agustina empezó a ponerle mas atención a Pedrito.
Ella notaba que mientras mas ánimos le daba, mas entusiasmado reaccionaba él.
Al final del año, el niño se convirtió en el mas inteligente de la clase y a pesar de que Agustina había dicho el primer día de clase que todos los alumnos iban hacer tratados por igual, Pedrito era su preferido. 

Pasaron 6 años, Agustina recibió una nota de Pedrito, la cual decía que se había graduado de la preparatoria y que había terminado en tercer lugar. También le decía que ella era la mejor maestra que el había tenido.

Luego de 4 años volvió a recibir noticias, ésta vez, el le escribía que se le había hecho muy difícil pero que muy pronto se graduaría de la universidad con honores y le aseguro a Agustina que todavía ella seguía siendo la mejor maestra que tuvo en su vida.

Otros 4 años más cuando Agustina vuelve a saber de Pedrito. Esta vez le explicaba que había terminado su maestría y que había decidido seguir su educación, también le recordaba que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida.

Esta vez la carta estaba firmada con "Dr. Pedro Altamira"

En la primavera, Agustina volvió a recibir una carta de Pedrito donde le explicaba que había conocido a una muchacha con la cual se iba a casar y quería saber si Agustina podía asistir a la boda y tomar el lugar reservado usualmente para los padres del novio.

También le explicaba que su papá había fallecido varios años atrás.

Agustina aceptó con mucha alegría, y el día de la boda, se puso aquel brazalete sin brillantes que le había regalado y también el perfume que su madre usaba.
Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Dr. Altamira le dijo en el oído muy bajito: "Maestra Agustina, gracias por haber creído en mi. Gracias por haberme hecho sentir que era importante y que yo podía hacer la diferencia".

Agustina, con lagrimas en los ojos respondió:
-"Pedro, tú estas equivocado. Tú fuiste el que me enseñó que yo podía hacer la diferencia.

¡Yo no sabia enseñar hasta que te conocí a ti!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lectura Mañana es mi Primer Día de Clases

Mañana es mi primer día de clases, por fin iré a la Escuela; no se que me causa más emoción, si conocer a mi maestra, o estrenar mi cuaderno, ¡nooo! ¡ya sé! creo que estrenar mi hipil nuevo.

Mi mamá dice que usaré el mejor vestido para esta ocasión, tiene un faldellín o fustán que llega hasta los pies ylo decoró con el más bello encaje que antes haya tejido, mi blusa es larga y holgada, sin mangas para que sea fresca porque seguramente hará mucho calor en mi salón de clases; las tiras bordadas de flores en los bordes son sin duda, las más hermosas que jamás haya visto.

Me lo bordó como debe de ser, un matizado, perochaktabeen, que esté despierto, “que no se duerma”. Las combinaciones de rojo con amarillo y verde con negro son mis preferidas. Con flores de plátano, de flamboyán, margaritas, girasoles, pensamientos, xailes, (flor de mariposa), xtabentún, rosas, claves, uvas, todo lo que da la tierra, asi los usó su mamá y su abuela y asi los usaré yo; nada de cosas para “catrinas” esos pavos reales, pájaros, faisanes, caracoles, corazones, pumas estilizados, gatos, castillos de Chichén Itzá; en colores o pálidos que tanto le gustan a los turistas.

Mi mamá dice que debe estar reluciente de blanco, y yo debo llevar muy bien peinadas mis trenzas, y mi rebozo rojo, es un día tan especial que debo de lucir preciosa, limpia y blanca porque así es como ha sido y debe ser... dice mi mamá.

Por: Blanca Domínguez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LECTURA El primer día de clase para Tomás

 

Todos los años la misma historia. Cuando menos lo espero, cuando ya le tomé el gustito al calorcito de las tardes, cuando el michi ya se acostumbró a verme todas las mañanas en casa, cuando todos los días transcurren como si fuera domingo, cuando ya perdí la costumbre de peinarme diariamente, ... ¡zápate! Aparece un aguafiestas que me dice, así, sin prepararme siquiera:
–Mañana empiezan las clases. ¿Estás contento, Tomi?
–¡Empieza el Jardín! ¡¡¡Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!
¿Quién va a jugar con Nico? ¿Quién va a llevar a Napo a la plaza para que haga pichín? ¿No te parece que el michi me va a extrañar?
¿Quién va a cuidar a Nico cuando vayas a comprar el pan?
¿Quién te va a ayudar a poner la mesa? ¿No te parece que la plata no alcanza como para mandarme al cole? Yo me puedo sacrificar. ¿Quién va a llenar de alegría tus silenciosas mañanas? ¿Quién te va a defender cuando discutas con la vecina porque le toqué el timbre?
Una hora. ¡Sí, señor! Una hora entera estuve pataleando, diciendo “¡ufa!” y explicándole a mi mamá por qué no era conveniente que yo fuera al Jardín. Pero no hubo caso. Ella me mostró mi guardapolvo nuevo, la mochila ya preparada y me dijo, mientras me rascaba la capochita:
–Ya vas a ver que te va a gustar tu nueva maestra y jugar con tus compañeros
de Jardín.
–En pocas palabras –le dije yo–, lo único que me puede salvar es que no llegue el día de mañana.
–Lo único –me contestó simplemente mi mamá–. Y eso fue lo último que se habló del asunto.
Por supuesto, esa noche no pude pegar un ojo. ¿Será buena mi nueva maestra? ¿Le gustará jugar con nosotros? ¿Extrañaré a mi mamá? ¿Nos dejarán pintar dibujos? ¿Será como la salita de cuatro? Porque mi salita de cuatro era como una casa tibia con muchos amigos. ¿Tendré compañeros nuevos? ¿Me tendré que peinar de nuevo todos los días? Y si no puedo aprender a escribir mi nombre, ¿me retarán? ¿Se enojarán conmigo?
Nunca me pareció tan largo el camino desde mi casa hasta el Jardín como a la mañana siguiente. Mientras más me acercaba, más me crecía una cosa rara en el estómago que no me dejaba respirar bien. Hacía mucho que no le daba la mano a mi mamá para caminar. Pero esa mañana, entrecrucé mis dedos con los de ella y no se los solté ni cuando llegamos al Jardín, delante de mis compañeros del año anterior. En realidad, por alguna extraña razón, nosotros, que nos creíamos tan grandes, estábamos todos bien pegaditos a las piernas de nuestras mamis, abus y papis. ¿Sentirían ellos lo mismo que yo? Y ni les cuento de los más chiquitos. Lloraban como llora mi hermanito cada vez que le cambian el pañal: ¡a moco tendido!
De pronto, cuando ya pensaba que me iba a poner a llorar como los de tres, apareció una sonrisa grande y dulce invitándonos a pasar a la salita de cinco. Apenas entré pude notar que estaba llena de juegos y de rincones curiosos. La maestra nos dijo su nombre y empezó a contar un montón de cosas divertidas que íbamos a hacer con ella. Les dijo a los papás, abuelos, tíos y hermanos que si querían se podían quedar. Yo, por las dudas, le dije a mi mamá que se quedara un ratito. Mientras tanto, empezamos a cantar, a bailar y a jugar. Conocí nuevos chicos, aprendí una canción muy divertida, y la salita me pareció tan tibia como la de cuatro. Entonces, en lo mejor de todo, la maestra nos saludó:
–¡Hasta mañana!
–¡¿Quéeee?! ¿Ya nos vamos? ¡¡¡Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! ¿Cuándo es mañana?


Laiza Otañi

 

RESPONDE a las siguientes interrogantes:

ü                  ¿Qué sintieron ustedes el primer día de clases?

ü                  ¿Quiénes se alegraron?

ü                  ¿Quiénes protestaron?

ü                  ¿Quiénes se entristecieron?

ü                  ¿Por qué se alegraron, protestaron o se entristecieron

ü                   ¿Qué le pasó a Tomi?

ü                  ¿Cómo se sintió?

ü                  ¿Por qué creen que sintió miedo?

ü                  ¿Qué cosas le dieron miedo?

ü                  ¿Quién acompañó a Tomi durante ese día tan especial?

ü                  ¿Y a ustedes?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LECTURA EL PRIMER DIA DE CLASE

 

Durante toda la semana de lo único que habla la pequeña María es de que va a ir al colegio. Mira sus crayones de cera, sus libros de pintar y se le encienden sus ojos traviesos. Sus papás, preocupados de que no se adapte, la sondean de vez en cuando: nena, ¿verdad que no vas a llorar? La nena contesta que no, mientras sigue mirando sus crayones de cera y las acuarelas de colores. Su mamá la mira e intenta adivinar qué podrá sentir una niña de cuatro años que irá por primera vez al colegio.

La mamá de la pequeña María se recuerda que en su primer día de clases ella lloró toda la mañana. Al regresar a casa, ese día, no le habló el resto de la tarde a su mamá, que la había abandonado en el colegio a su suerte. La estrategia de su maestra fue enseñarle una muñeca con la que jugaría ella si entraba al aula. En ese descuido, su mamá se fue a casa. Al siguiente día, ella no quería saber nada del colegio. Pero fue entonces que su papá se acercó, se la sentó en las piernas y le dijo que todas las niñas bonitas siempre iban al colegio, y que si se iba al colegio de buena gana, la invitaba a comer a Pollo Campero el domingo.

Ahora le toca a ella la tarea de ir a dejar la pequeña María. Piensa en todas las historias que se cuentan de niños golpeados por otros, abusados por profesores, castigos exagerados, tareas agotadoras. Será la primera vez que María se las tendrá que arreglar solita, pero también será la primera vez que ella se quedará sola en la casa. Es increíble cómo llena la casa un niño. No sólo a María le puede hacer falta la casa, también la casa la extrañará a ella.

Llega entonces el primer día de clases. María ya está peinada, con dos colitas de pelo, su uniforme azul y blanco, su lonchera y su mochila de princesas. Lleva puesta su sonrisa de siempre, pero unas cuadras antes de llegar al colegio la sonrisa desaparece. La maestra saluda a la mamá, se presenta a la niña, e inclinándose, le dice que es una niña muy bonita y que su mochila está linda. La niña está seria, su sonrisa sigue desaparecida. La maestra entonces trae a otra niña que ya ha estado antes en el colegio y les propone que jueguen. La niña le dice que jueguen de “la lleva” y la pequeña María, dudosa, acepta, y las dos salen corriendo a encontrarse con otro grupo de niños. La mamá, aguantando el llanto, se va del colegio. Al regresar, la casa en completo silencio le recuerda que la pequeña María ha empezado a aprender a hacer vida independiente. La ausencia de ruidos la pone un poco triste. Pero ocupada por los quehaceres se le pasa la mañana y llega la hora de ir por María.

La pequeña María está muy animada cuando llega su mamá al colegio, y al verla, sale corriendo a abrazarla y le dice que hizo dibujos, pintó y jugó con las otras niñas. Otro niño se pasó llorando toda la mañana y a ella no le gustó eso. Está chilero el colegio mama, dice. Su mamá respira aliviada y la felicita por haber superado el primer día de clases. ¿Ya viste?, es bonito estudiar, le dice. Sí mami, dice la niña, sonriendo. En el camino de regreso a casa, la nena brinca y canta una canción que aprendió hoy. Su mamá sonríe al verle sus ojitos hinchados.

 

 

 

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